Era una triste tarde de otoño, cuando Mario, que como siempre, perdido entre libros y el humo de cigarrillos, decidió poner fin a la situación…
Sin querer se vio caminar por las calles de esta impetuosa y gran ciudad, cuando los recuerdos comenzaron a invadirlo tanto, que solo el cansancio de sus pies permitieron volverlo a la realidad…
Eran tantos los sentimientos que acusaban en su alma, que una vez mas encendió un cigarrillo; Parecía ser ese amigo incondicional, ese que sabia de sus virtudes y sus defectos… Pero aun así, algo lo inquietaba tanto, que hacia días no lograba conciliar el sueño.
Desde su niñez hasta estos días, desde ayer hasta hoy; Y el mañana también se mezclaba… Era su pecho el que se agitaba cada vez más…
Y fue un día cualquiera, una tarde cualquiera, cuando ya no pudo soportar más… Decidió poner fin a la situación…
Y es desde entonces, cuando en esas tardes grises de otoño se lo ve pasar dejando en forma casi imperceptible ese suave, pero persistente olor a rosas…
1 comentario:
hola!!! me asomo a tu espacio,verde esperanza como tu patio,huelo el perfume de jazmines,te leo en tus recuerdos y me quedo..
me gusta lo q escribes.
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