viernes, 15 de enero de 2010

UN AMOR A ESCONDIDAS.

Seguramente su vida giraba en torno a las cuatro de la tarde;
Ese era su horario de diálisis en rutina de tres veces por semana;
Cincuenta y ocho años, diabética, no vidente, diez años de
tratamiento, y seguramente muchos sueños incumplidos…
Cuando los riñones artificiales estaban listos los técnicos
abrían las puertas de la sala, y con algún chiste de por medio,
amenizaban esa entrada que para muchos parecía ser una traición,
un juego erróneo de la vida… A Rosa había que ayudarla, guiar
su entrada, pesarla, y ubicarla en su sillón; Comúnmente uno de
los técnicos parecía ser su preferido, así que por lo general era el
quien la conectaba, y aunque para ella esas agujas eran como
recibir una especie de puñal, nunca dejaba de deslizar su mano
izquierda sobre la suya; Allí, a susurros le confesaba su amor,
en segundos le preguntaba si se había acordado de ella, y como
hacer para escapar de su familia y encontrarse con el…
Le expresaba su amor a escondidas….
Le terminaba de programar la maquina, recostaba su sillón,
la cubría con una manta, y parecía disponerse a soñar…
Por aquellos días sus diálisis parecían serle una tortura,
no soportaba si quiera la mitad de su tratamiento, se la entraba
en sillón de ruedas, se hipo tensaba, bajaban sus glucemias,
y su estado anímico se deterioraba a pasos agigantados… Pero
ella nunca dejaba de deslizar la mano sobre la suya…
Uno de esos días fue cuando uno de los médicos dio la noticia,
Rosa había dejado de existir, sus hijas la encontraron por la mañana
dormida en su cama…
Aun hoy, en sus días de diálisis, el parece sentir esa caricia
sobre su mano…