sábado, 13 de agosto de 2011

FUERTE Y SINCERO



"-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiem
po. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. L
os hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el ra
billo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...


El principito volvió al día siguiente."

Después de casi veinticinco años, el abrazo fue fuerte y sincero. Ese fue el primer impulso de nostalgia… Tanto pasado lleno; Tantas vivencias calladas en mundos alejados.

Vivir la experiencia sea quizás la condición máxima que busca el hombre por si mismo. Vivir lo verdadero para cada uno, lo “a priori”, lo justificado en el conocimiento. Y así, navegar en medio de los errores y los aciertos, situaciones propias de la vida. Y aunque quizás solo sean ilusiones ópticas, que parten de nosotros mismos, igual, el camino siempre se demuestra andando. Y ese es el único recorrido para hacernos firmes e invariables; Caminando cada día sin titubear. Así se adquiere el verdadero valor. Pero también es justo de aclarar, que hay sentimientos y emociones tan fuertes que son difíciles de desarraigar. La AMISTAD verdadera es una de ellas. Porque a pesar de que los vientos de la vida vallan cambiando, lo sincero siempre permanece allí, justo en el medio del pecho, reproduciéndose bajo cualquier circunstancia; Aún a pesar del inevitable paso del tiempo; Porque como todo lo perfecto, es nuestro espíritu el que jamás envejece.Y después, ¿Qué viene después? Ineludiblemente todo se decanta en lo sabio de cada ser. Esa sabiduría que se aprende sabiendo escuchar lo más profundo de nosotros mismos. Ponerse a si mismos en las propias manos… y librar todas las batallas posibles. Solo así se llega a ser enteramente dueño de uno mismo.

Después de casi veinticinco años, el abrazo fue fuerte y sincero. Ese fue el primer impulso para saber que quien fue un amigo, sigue siendo mi gran amigo.