Lleva sobre su cuerpo el estigma de una enfermedad crónica,
siente que todos los días lucha por su vida…
Tres veces por semana concurre a un hospital donde una enfermera lo conecta a una maquina para sacar las impurezas de su sangre, diálisis se llama el tratamiento… Se sienta en un sillón cama y se entrega a esas manos que lo devuelven a la vida con un poco de ciencia y con mucho de humanidad…
Durante cuatro horas piensa, reflexiona, siente, palpita, agradece… Observa a quienes atienden a tantos como el, porque también sabe que no es el único, entiende de sentimientos compartidos…
Todo comenzó un día cualquiera, cuando llego a la guardia central a penas pudiendo respirar, aunque para el difícil de olvidarlo; Allí sintió derrumbar su futuro, sus sueños, sus amores… Todo se redujo a ese instante en que se percibe esa delgada línea entre la vida y la muerte…
Desasosiego, sudor, asfixia, impotencia, pero aun así decidió aferrarse a la vida, quizás porque sentía que sus manos aun no estaban vacías… Tenía mucho para dar…
Y con el sufrimiento y el dolor a cuestas aun sigue agradeciendo lo que le llama boleto extra, tiempo complementario… Es que después de esos momentos decisivos que atravesó, sintió la necesidad de ese ser supremo al que nunca antes le había siquiera prestado atención… Hoy lo tiene a cada momento en su corazón, y cada vez que puede, cuando ve el sufrimiento de otros, lo comparte, lo muestra... Y eso le hace sentir que su vida aun vale la pena…
2 comentarios:
Un ejemplo de vida, querido Martín, por más raro que ésto sueno.
Felicitaciones por este post.
Un abrazo.
Alicia
Es muy bello tu post, nos hace pensar mas profundamente en la vida y la muerte, en la salud y la enfermedad, gracias.
Un fuerte abrazo.
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