Vivía junto a sus abuelos en aquella vieja
casona donde las madreselvas trepaban
las paredes como abrazando el cielo...
Mientras se hacia mujer su belleza parecía
ser incalculable…
A la hora de la siesta, acostumbraba a sacar agua de lluvia de un tacho que parecía estar anclado en una esquina de aquel pintoresco patio tan increíblemente enmarcado por flores y plantas silvestres…
Encendía la radio, y la sintonizaba siempre en el mismo dial… Las novelas de amor eran sus preferidas, y siempre a las dos de la tarde…
Posaba la palangana enlozada de la abuela, tan delicadamente acomodada sobre una armazón antigua labrada en hierro artesanal, y con una jarra comenzaba a mojar esos largos cabellos negros, que cuando secaba, su brillo parecía confundirse con los mismos rayos del sol… Vivía la experiencia junto a cada personaje de aquel radioteatro…
Su feminidad comenzaba a descubrirse cada vez más por aquellos días, se llamaba Stella, y en la soledad de la siesta se descubría increíblemente bella…
2 comentarios:
Qué bien describes el recuerdo Martín, feliz Stella, bella, increíblemente mujer.
Un abrazo!!!!
Alicia
hola martin...
que bello escito se refleja tanta frescura y sensibilidad.
Besos mi querido
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