Llevaba treinta y siete años de lucha contra una enfermedad
que parecía serle indestructible; Tan destructible que sin darse
cuenta un día cualquiera del mes de agosto vio su cuerpo
abrumado, al punto de sentirse invadido por un respirador,
sueros por ambos brazos, drogas que le ayudaban a latir su
corazón, que alguna vez tenia el ritmo tan fuerte como el de
un roble…
Ese día, después de horas de agonía, el medico de guardia,
vio la necesidad de cambiarle el tubo endotraqueal que lo
ayudaba a respirar artificialmente debido a un sangrado
masivo. Asistido por otro medico y un enfermero comenzó
el procedimiento una y otra ves, mientras su pulso se debilitaba
tanto, que el electrocardiograma del monitor casi no marcaba
ritmo…
¡ dos adrenalina, una atropina ! Ordenaba desesperadamente
aquel medico que luchaba para poder mantenerlo vivo…
¡ uno! ¡ dos ! ¡ tres ! ¡ Carguen el desfibrilador que lo vamos
a cardiovertir ! ¡ Rápido, aumenten el goteo de dopamina,
pásenle suero a chorro, rápido que se nos va...!
La unidad coronaria era un perfecto caos, pero mas aun era
la terrible desesperación traducida en la lucha de quienes se
preparan para salvar vidas… Hasta que el silencio se adueño
de todos los que estaban allí, parecían haber coincidido
en el segundo exacto en que supieron que ya no había mas
nada para hacer…
Ese delgado hilo entre esta vida y la otra… Esos silencios
que marcan la bronca y la desazón de un abismo que es
imposible de describir…
Para ellos, perder una vida es también sentirse morir un poco…
2 comentarios:
No se puede hacer más nada, la lucha puso fin a su esfuerzo diario.
Placer leerte y contar vivencias.
Un muestra de tu entrega diaria.
Alicia
Tambien duele, por eso para ellos tambien es morir un poco, que bien lo has contado, se siente.
Besos.
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