sábado, 14 de enero de 2012

LA VIEJA CASONA

Mientras escuchaba el silbido ronco de la pava, el murmullo vago de de mis voces pensativas me trasladaban, enlentecido por el silencio aterciopelado que acaricia mi frente. Tome un mate cebado por mí, sin percibirlo; y fue entonces cuando vi la casona de mis sueños, de mis días felices… zumbaba tanto la vida por allí; aquel viejo portillo que habría al patio, siempre amenazaba mi ánimo con su sutil encanto, y yo me enredaba en ellos… Canteros de flores silvestres y muchos malvones, redimen en mi mente, el secreto olvidado de esos juegos de niño. Sin querer se me escapa una lagrima que corre por las mejillas de mi cara limpia y cuidadosamente afeitada, como queriendo esconder lo ajado del tiempo que inevitablemente se metió en mi piel. Siento claramente por mis venas ese tierno aroma del niño que fui. Es Dios mismo quien encarna su voluntad en mí, y en mí levanta esa suave brisa del recuerdo que me desgarra hasta la pura emoción. Me cebo otro mate, pero esta vez bendiciendo ese universo de filosofías ingenuas; y me veo sin buscar demasiada explicación en el misterio. Me había olvidado de esa silenciosa felicidad…